15 junio 2008

Una apisonadora llamada tiempo

El tiempo es lo único que no podemos detener. Avanza irremediablemente sin que podamos hacer nada, llevándose todo lo caduco al terreno del olvido.
Es lo que marca nuestra naturaleza. Cuando superamos cierta barrera biológica, nuestro cuerpo se oxida, envejece y nos convertimos en seres débiles y enfermizos, sensibles a todo tipo de males que acabarán haciendo mella en nuestra salud. Y los que nos quedamos tenemos que ver como el tiempo arrastra con nuestros ancestros. Es la ley de la vida.
Parece ser que nuestros abuelos y toda su generación se despiden con un adiós, o un hasta luego....y es que supongo que rozando ya los 30 y sin planes de descendencia, uno no se da cuenta de la edad que tiene ya, ni la que tienen ellos.
Si hace un mes nos dejaba la abuela de mi ballena favorita, la semana pasada lo hacía el abuelo de mi siempre estimado vecino. La última noticia que me ha llegado es que otro familiar sufrió anoche otro infarto cerebral, como ya le sucedió hace unas semanas, y al parecer esta vez con fatales resultados. Me temo que el tiempo se lleva de nuevo otro ascentro al terreno del olvido. Siempre ha sido un hombre dedicado a la fé y la religión que merece todos mis respetos.
Suerte, tío Fernando.

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