20 junio 2008

El último sueño

- ¿Qué haces aquí?

Le dije yo mientras le ví aparecer desde la oscuridad. Tenía aspecto de cansado, pero estaba sonriente y con ganas de tener una última charla conmigo. Llevaba una sotana blanca y una estola violeta, la misma que usaba cuando decía misa.


- No sé, chico. Tú me dirás. Este es tu cuento. Estoy aquí porqué tu has querido que fuera así.


Sin querer darle más vueltas al asunto, enseguida entendí que todo aquello estaba pasando en mi cabeza y a mi antojo, aunque seguía sin saber cómo había llegado hasta mi posición. Parecía que tuviera personalidad propia, que fuera realmente mi tío, y de hecho lo era, y por eso le confié mis preocupaciones con total confianza, como siempre tendría que haber sido.


- Últimamente todo el mundo se marcha, uno tras otro. No me había dado cuenta del destructivo paso del tiempo hasta ahora, cuando estoy llegando a los 30, al final de una generación. Ahora es cuando me toca despedirme de los que un dia me vísteis nacer y crecer.

Mientras asentía con la cabeza con síntomas de cansacio, me decía:

- Sí chico, y ahora parece que me toca a mí.

Como recrimininándole algo le contesté:

- Y además así, de golpe, cuando parecía que aún podríamos compartir algún momento más antes de que se terminara todo. ¿Porqué no quieres que te ayuden las enfermeras? Mamá está muy triste, y cada vez que te mira postrado en la cama se echa a llorar. A mi se me parte el alma de verla.
¡¡Tío, a lo mejor también puedes salir de esta!!

Se tomó unos segundos para encontrar las palabras adecuadas.

-Dime Fernando. Si fueras una mariposa y un día, sin esperarlo, algo te arrebatara tus alas, ¿Qué te quedería? ¿En qué te converterías?


Yo me lo tomé como un juego, a pesar de saber lo que quería decirme.

- Mmmmm, sería un gusano, pero, aunque vivo, ya no podría volar, y la verdad es que sería horroroso no poder volar habiendo sido una mariposa libre.

Se sonrió.

- Eso mismo es lo que me pasa a mi. No quiero seguir entre los vivos. No si no puedo disponer de lo único que nos hace diferentes. Tengo que elegir mientras me quede un requicio de cordura y he elijo descansar eternamente.

- Por eso cerraste la boca?

- Sí chico. Aunque pueda sobrevivir a esto, va a ser peor que asumir que este es mi final. No merece la pena seguir luchando sin mi autonomía, sin plenas facultades mentales, sin mi personalidad.....

Aunque no cayó ninguna lágrima de mis ojos, enseguida se dio cuenta que me sumía lentamente mientras escuchaba cómo se despedía.
Puso su mano sobre mi hombro para consolarme por su propio destino, y al notar su tímido calor no pude contenerme más.


- No te rompas hombre. Ya no me queda nada por hacer. Estoy muy satisfecho de mi historia, y me voy muy tranquilo.


- Sí, pero te vamos a echar de menos.


- Sólo por un tiempo. Pero yo también os voy a echar de menos.


De repente, y más pronto que de costumbre, el despertador me sacó violentamente del sueño como si fuera la bilis de un pollo diseccionado al que están destripando en la carnicería. En un primer momento no recordaba nada de lo que había pasado, aunque tenía la incómoda sensación de haber tenido una pesadilla más que un sueño.

Como cada mañana, aproveché la ducha matutina para desperezarme y comenzar una nueva jornada laboral con el espíritu limpio. Ya en mi habitación, con el albornoz todavía puesto, llegó un mensaje de texto a mi teléfono. Era mi hermana que decía:

"Tío se ha muerto. Dime qué vas a hacer. Nosotras nos vamos en un rato."

Dedicado a mi tío Fernando Robles, fallecido el pasado martes día 17 de junio de 2008, a la 1 de la madrugada.


Portada del libro "Travesía a merced de la bruma"
Autor y editor: Fernando Robles Martín

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me has hecho llorar un buen rato. Tu sueño y su narración, me han emocionado. Gracias por esa sensibilidad.
Pili S.R.